La Mochila Con Piedras

Hoy levanto mi auto censura.

Sí, me auto censuré por meses. Sí, yo, la Periodista. Yo, la loca, compulsiva, descontrolada, me censuré. Y me censuré por el respeto que tengo ante los sentimientos de los demás.

Y es que estaba pasando por un huracán de sensaciones. Un verdadero caos de los tan mal considerados sentimientos. Y con el corazón hecho mierda.

Hasta que pasé de ser La Maldita Separada a ser La Mujer de Hojalata.

Y no fue fácil.

Ver llorar a tus hijas todas las noches no es fácil. A una, porque a la otra la pena se le fue para adentro. Y tan adentro que la consumió hasta dejarla con una enfermedad a la cual ahora tiene que enfrentar con todo su ser.

Y verlo a él todos los días. Todas las noches. Todas las semanas. Todos los meses. Al despertar, al dormir. Y amar verlo todos los días, todas las noches, todas las semanas, todos los meses, al despertar, al dormir.

Y escuchar a  todos criticándome, todos diciendo exactamente qué era lo que debía sentir / hacer / hablar / demandar / enjuiciar / pagar / deber / gritar. Por mi bien, obvio.

Y mi opción siempre fue la misma: callar. No escribir. No enjuiciar.

Y no por mi.

Siempre he pensado que escribir ó pronunciar una palabra es como tirar una piedra. Puede romper algo. Y aunque la recojas, ya está roto. Y eran tantas las piedras que tenía en esta mochila que mi sentido de la responsabilidad era más fuerte.

Y así pasé esta eternidad: en silencio.

Pensando en cómo había terminado todo, cómo había perdido una familia, cómo reinventaba la vida. Hasta hoy. Porque hoy, cierro una puerta. Por dentro.

Me bastó solo darme cuenta, y créanme que no fue fácil. Que no perdí una familia: gané una nueva. Y no compuesta por mujeres débiles: nosotras somos una Tribu. Y no piensen que soy el clásico estereotipo de cabrona / perra que se hace la independiente para ver si aparece un galán que me salve de mi autosuficiencia. ¿Sería como salvar al demonio de su propio infierno?

Ya aprendí.

Yo amo. Y yo respeto.

Y yo soy perra. Y yo soy cabrona.

Y sí, tengo un carácter de mierda. Obtusa, cuadrada, exigente. Pero no estoy en este mundo para hacerles creer que soy una intelectualoide-superior-desconectada-de-mis-sentimientos-independiente-del-oxígeno.

Y hay algo que jamás olvidaré: nunca. NUNCA : Volver a desafiar a mi instinto. Mi animalidad es más fuerte. Y jamás se equivoca.

¿Necesitaré un nuevo corazón?

TRES

Recuerdo cuando no eras y yo te sentía.

Inundándome, batiéndome, revolucionándome.

No te esperaba y no te busqué, pero llegaste arremetedora y definitiva.

Me volviste una cobarde, en un principio, lo reconozco.

Después tu esencia estremeció el núcleo de mis células.

Motor, viento en mi vela, sabia fresca, rocío purificador en mis venas.

Hoy calas en las profundidades, alma mía, y siento otra vez como si te estuvieras asomando esa noche.

Separando mis caderas, crispando mi espalda de dolor,  y yo ansiosa por verte.

Por mirarte, por tocarte.

Por caer en tus ojos de aceituna, por abrazarte y estrecharte contra mi.

Ahora flotas etérea entre tus sueños de niña,

y yo no puedo hacer más que esperar otra noche

para besar las estrellas en tu ventana,

pedacitos de sol en las flores,

esperanzas de seda entre tus manos,

hasta morir por las noches

amarrada a tus sonrisas.

SIEMPRE DIGNA – UN DÍA DE FURIA

Cuántas veces hemos decidido guardar la compostura, morder nuestros labios, apretar el puño con disimulo, cruzar las piernas, meternos una peineta atravesada en la boca para sonreír.
Esos días en que nos preparamos para lo peor y salir «triunfantes», honrosos y honrados; utilizamos nuestro tono de voz a lo Gertrudis y ladeamos sonrientes un poco la cabeza mientras fingimos que el golpe en la boca del estómago del orgullo ni lo sentimos.
Esa política de vida chilena que ya es una forma de ser, es una bandera de lucha, enarbolada en nuestras sienes, tatuada a fuego en el inconsciente por nuestras abuelas, la frase inconfundible de las mujeres después que se cuentan las atrocidades que les infringió un tercero.
Siempre digna.
¿Por qué?
«Hable más bajito, mijita» Parece que todavía escuchas la reprimenda cada vez que no te parecía algo y tenías la tupes de lanzarlo al aire.
«No alegue taaaantoooo» Si ya no te habían logrado callar a la primera y osaste reclamar por lo que considerabas injusto.
Porque, qué vergüenza, qué atroz, qué escándalo, qué papelón nos puedes hacer pasar.
Y aprendimos a callar, a hacer de la soberbia nuestra mayor virtud, y la nunca menospreciada dignidad aparecía por arte de magia en nuestras vidas.
Me confieso una persona intolerante, pertenezco a una especie de reducto histérico capaz de cantar como en la ópera si no soporta algo; censurada y rechazada por el stablishment cuando se expresa en su amplitud.
¿Pero por qué prostitutas razones resulta ahora que ser digno significa que puedes andar con los cuernos en la calle pavoneándote engreídamente, si cuando te los pusieron (los cuernos) con cueva te sacaste el guante blanco para abofetear suavemente su ridícula cara?
Es que no es natural. Para mí: las cosas como son. Por su nombre, con sus colores, con sus expresiones más vivas si la huevada resulta que no me parece.
Y claro, el resto también puede opinar libremente que se me arrancan los enanitos para el frondoso bosque; que mi lengua nativa es el idioma de patio; que sufro de neurosis femenina si me quejo y, por último, y lo más indignante de todo, es que ande en «mis días» si además pongo cara de loly. «En mis días» ¿Realmente quieren verme «en mis días»? Já.
Resulta entonces que debemos soportar todo de todos.
Micrero imbécil que vas hablando por tu celular mientras manejas, que te saltas los paraderos y aceleras a 70 y frenas en un cuarto de loza para volver a acelerar 70. Si me paro y le pregunto si los pedales tienen algún problema mecánico podría pasar por digna (aunque un poco estúpida) pero si le digo que saque la pata del acelerador o llamo a los pacos, entonces soy una histérica.
Si pido un cappuccino y me traen un express con medio litro de Chantilly, ¿me puedo dar el lujo de mirarlo con ojos desorbitados del horror por la ignorancia y devolverlo e-xi-gien-do-un-ca-ppu-cci-nooooooooo!
Nooooooo, por supuesto que no, estamos en Chile, el cappuccino en Chile es un café Haití con medio litro de crema y yo soy una pobre ignorante que no sabe que se cree pidiendo puras huevás.
¿Alguno de ustedes no han usado su hora de colación en la pega para ir al médico y el infeliz se atrasa media hora en atenderlos? Ni se les ocurra ir a quejarse, capacito que les recete un medicamento sacado del mercado hace dos años por el Ministerio de Salud, y las secretarias te miren como si fueras un ogro incontrolable. No, una persona digna jamás haría eso, se levantaría suavemente y preguntaría «¿el doctor sigue con pacientes?» No taradito, no sigue con pacientes, está atendiendo al visitador médico así que bánquesela dignamente.
Es que no importa si tu jefe te metió el palo por el orto con la sobre carga de pega, y te sentiste todo un Caupolicán cuando llegaste a tu casa. Con cueva apretaste de nuevo la boca, respingaste la nariz y tiraste las puteadas por el chat porque, darte vuelta y decirle que no eres un servil pulpo puede ser bastante poco digno. No, que te baste con alegar por facebook, que por poco digno te van a quitar la pega.
Y entonces tengo que vivir tragándome mi verborrea siciliana cada vez que quiero sentirme «digna». ¿Digna de qué? Digna de aceptar la mediocridad y el veneno ajeno, digna de mamar las oleadas de gatos por liebres y digna de soportar que la gente haga lo que quiera conmigo para no parecer escandalosa.
¿Y para qué? Para educar a mis hijos a que también sean dignos. Para que nadie se entere que corre sangre por mis venas, y que deben seguir aguantando hasta que la cosa cambie por milagro, mientras sigan sentando su trasero en mi cara, en nuestras caras, porque por dignidad jamás diría que no toleraré que me sigan cagando.
Entonces no. Decido que no. Métanse su dignidad por la raja.
Exijo mi (nuestro) derecho nato, inalienable, absoluto, y no sólo de quejarme, una y mil veces, a parar el carro cuando me atropellen, a decir que no, cuando no quiero; a devolver un plato mal cocinado; a exigir el detalle de la cuenta para saber exactamente lo que me cuesta algo, y sin quedar como rota, neurasténica, y poco digna.

CARTA AL PROFESIONAL IDEALISTA

Usted.

SÍ! USTED!!!

No se haga el gil.

A usted es justamente a quien le estoy hablando. Usted… ¿o ya que le dije que era un gil puedo tratarlo de «tú»? Bué, supongamos. SÍ! TÚ! Tú que te consideras un ave fénix por renacer de las cenizas, tú que te sientes todo un felino por caer de pie y tener 7 vidas.

Tú que estás ahora solo.

Sin lamentarte delante de nadie.

Pensando en cómo chucha llegaste a esto.

En qué parte del camino doblaste mal, jurando que lo hacías la raja, sólo porque estabas dando tu mil por ciento.

Cuando veías a tus coleguitas sacar la vuelta, llegar con 15 minutos de retraso, tomarse una hora para desayunar en la oficina, leer lun 50 veces al día. Y tú los mirabas de reojo, le tirabas un par de tallas para no-quedar-mal con la gallá; pero te levantabas una hora antes para jamás retrasarte con un café, contestabas los correos de la oficina desde tu casa, te despertabas y duchabas pensando en las ingeniosas ideas innovadoras que perfeccionaban la gestión de tu área… mirabas tu porquería de título profesional pensando en que si no trabajabas en lo que estudiaste, al menos te habría dado todas las herramientas que el rigor de la disciplina universitaria te habría dado para re-inventarte, re-plantearte, re-decorarte y re-seducir a tus jefaturas.

Tú, que te ofreciste para absolutamente todo, y sólo por un palmetazo en el lomo. Sí, tú, que esperabas que te pagaran las horas extra… pero si no te las pagaban FILO!!!! Porque eras 4WD, un elemento de confianza, imprescindible (y por último, qué rotería, qué desgaste, estar peleando 10 lucas de tu escuálido sueldo a fin de mes: ay, no, no revisé el depósito, qué latita, tiene prioridad 3 millones).

Porque la prioridad número uno no era realmente la tuya (si no, habrías trabajado para la fundación «Tus Hijos») sino por  la prioridad del resto omniprescente: La Compañía, tu área, tu departamento, y en el peor de los casos, por la prioridad  de tu Jefe.

Entonces , no contemos los billetes de a luca: lo más importante es que usted Jefe, cuenta conmigo de lunes a lunes. O sea, VA-LOR!!! Ni se le ocurra pensar en lo contrario.

Es que, usted sabe, pues Jefe… soy TAN PERO TAN inteligente, que antes que  usted me pide algo, yo ya tengo un informe listo, con auto filtro (porque usted no tiene pichula idea de Excel), lo subí al DataWareHouse que creé el mes pasado, y lo preparé en una presentación en .PPT para su Gran-Gran-Jefe.  Y gratis, porque aunque haya trabajado un fin de semana en la wevá, en vez de cuidar a mis cabros chicos, no le voy a cobrar un peso por la tontera (porque, definámoslo así, definitivamente es una soberana tontera), y peor aún, usted ni si quiera me lo  pidió: a mí se me ocurrió la wevá en la ducha antes que usted me lo pidiera sa-bien-do-que-me-lo-i-ban-a-pe-dir.

Sí.

Tú.

Tú que empezaste a fumar de nuevo, tú que no puedes quedarte dormido antes de la una porque tus niveles de adrenalina son tan pero tan altos que es como si tu país estuviera en guerra. Como si estuvieran a punto de bombardear tu casa.

Tú, que no pierdes la fucking estúpida esperanza, que sueñas con el día en que el Gerente te mire con un puto guiño y te diga: sabi’ qué? Te la jugaste demasiado… me sorprendiste! Jamás esperé algo así de ti. Te necesito, eres ultra eficiente, aumentaste la producción, y tu capacidad de inventiva y re-inventiva de soluciones que-pen-sas-tes-en-la-du-cha te hacen merecedor de UN ASCENSO!!!

Y ese día que tanto esperaste. Que se te inflara el pecho, que te mantuvieras digno, que todos ahora también te sobaran el lomo, había llegado.

Síiiiiiii, obviamente que eres túuuuuuuuu.

¿Y sabes por qué eres tú?

Porque ese día. Ese díaaaaaaaaaaa.

No llegó.

Y el conchazo que te diste cuando supiste que  ese día no sólo no llegaría, sino que no llegaría jamás ahí… fue tan pero tan grande que nada más que agarrarte a ti mismo a charchazos por la eternidad jamás habría sido suficiente.

¿En qué mierda estabas pensando? ¿En que en esas comidas de reconocimiento, los que iban, iban por reconocerte a ti?

LO-LY

Iban porque los obligaba el protocolo.

¿Pensaste, que  tu Mandamás no iba a aumentarse el sueldo para darte un incentivo a ti?

Putas que eres gil.

Gil e imbécil. O como diría mi abuelita: bastante inocente (siempre he admirado su diplomacia) . «No confíes  en tus dientes porque cuando  los dejas en libertad te muerden la lengua».

Sí.

A ti te hablo.

A ti que abandonaste a tu familia, a tus sueños más locos, a tus noche de conversación…y no por exactamente una palmadita en el hombro, ni menos por un puñal en la espalda: por una espada completa en medio de los dos omóplatos que ahora, exactamente ahora, te tienen sin poder respirar del dolor.

A ti, que los últimos segundos que te quedan en esta última tarada postura, te escribo.

Para que de una honesta vez, te desahogues y te dignes al menos a vomitar en letras todo tu exorcismo liberador.